Hay que cuidar la cadena de distribución de combustibles

Tener y conservar una red de abastecimiento es valioso para todos. Fortalece la confianza de los consumidores, aumenta las facilidades de acceso y se presta un mejor servicio.

Por David Jiménez Mejía
Presidente COMCE

Hablar sobre la distribución de combustibles en Colombia ha significado en los últimos meses conversar de la pertinencia de los hidrocarburos, su importancia en la economía, la transición energética, entre otros temas. Pero distribución de combustibles también tiene que ver con la distribución misma, asunto tan indispensable como el producto que se comercializa.

La distribución de combustibles líquidos opera a través de una larga cadena de suministro en el país. Es un encadenamiento que incluye la participación de diversos agentes que se dedican a una tarea en particular. Algunos se especializan en el almacenamiento, otros en la refinación, otros en el transporte y, otros, en la comercialización. Cada uno es responsable de una tarea que -en el agregado- se hace indispensable para garantizar la entrega del producto.

En este proceso hay un enlace donde la entrega del producto deja de ser a grandes volúmenes, de miles de barriles al día o millones de galones al por mayor, y pasa a ser al del suministro al por menor. Este eslabón es la parte más amplia y heterogénea de toda la red de abastecimiento: son las estaciones de servicio. En la actualidad, esta red comprende más de 6.400 establecimientos que operan en todo el país. Cada una es un punto de abastecimiento en el territorio.

La palabra minorista viene de comerciante. Dicho del comercio: “que se realiza al por menor” . En las estaciones de servicio se lleva a cabo la comercialización del producto en la cantidad que lo requiera el consumidor final, sea medio galón, varios galones o una cantidad equivalente en dinero. Es tan importante como los demás que participan de la cadena, pero goza de una especial posición en el suministro, por ser el último eslabón del encadenamiento, de cara a los consumidores finales.

Como actividad empresarial, la distribución minorista de combustibles implica la asunción de riesgos, la inversión de recursos, la disponibilidad de capital de trabajo, entre otros. Es la parte de la red que garantiza el abastecimiento en el territorio y las comunidades. Construir, mantener, operar y cuidar una estación de servicio no es tarea fácil. No es una actividad comercial común. Exige especial cuidado, una atención permanente, diaria, habitual, casi ininterrumpida.

‘Los distribuidores minoristas cumplen con un servicio público esencial para la comunidad. Satisfacen una necesidad básica para los colombianos’.

Y en esta tarea, los distribuidores minoristas cumplen con un servicio público esencial para la comunidad. Satisfacen una necesidad básica para los colombianos. Sin ella, las tareas del día a día se dificultarían o podrían hacerse inviables.

Pero muchas veces se asume esta parte de la red de abastecimiento como dada; como una estructura permanente que no presenta amenazas. Se evaden problemas. Se retrasan soluciones. Y como todo en una red, este aplazamiento tiene enorme potencial de convertirse en adverso: si en un encadenamiento, cualquiera sea, se descuida un enlace, el efecto es el llamado ‘cuello de botella’ o ‘efecto cascada’. Un problema minúsculo puede provocar consecuencias de mayores proporciones.

En este sentido, hay que hacer un llamado a cuidar la cadena. Hoy en día, la normatividad actual, contrario al objetivo de fomentar la actividad, promover la industria o incentivar la inversión privada, ha contribuido a crear más rigideces y mayores barreras de acceso en el sector. Esta situación ha conducido a desestimular la inversión y la competitividad en el sector.

Uno de los aspectos que más ha suscitado reparos es la retroactividad del Reglamento Técnico aplicable a las estaciones de servicio. Este reglamento ha contribuido al aumento de la carga operacional y hacer más gravosa la situación de muchas estaciones construidas bajo una reglamentación anterior. Se piensa, un cambio normativo hacia adelante -que implica un cambio de enfoque técnico- debería mirar hacia adelante, pero nunca hacia atrás.

‘En materia de regulación, cualquier intervención puede afectar el desempeño de una industria, dificultar su crecimiento, lo puede deprimir e incluso provocar un debilitamiento en su funcionamiento’.

No tiene sentido construir una instalación bajo una norma anterior y, posteriormente, ordenar demoler, modificar, adecuarla a una normatividad posterior. Se afecta la seguridad jurídica, la confianza en la inversión, la rentabilidad de la actividad. Sin embargo, este reglamento se impuso con enormes costos para el sector y un desestimulo para la inversión.

En materia de regulación, cualquier intervención puede afectar el desempeño de una industria, dificultar su crecimiento, lo puede deprimir e incluso provocar un debilitamiento en su funcionamiento. En regulación, es necesario siempre pensar las consecuencias económicas de una intervención. Me temo que -desafortunadamente- en la aplicación retroactiva de este reglamento no se tuvo en cuenta esta dimensión.

Tener y conservar una red de abastecimiento es valioso para todos. Fortalece la confianza de los consumidores, aumenta las facilidades de acceso, se presta un mejor servicio. En ese sentido, se hace necesario hacer un llamado a cuidar la cadena de combustibles. La regulación debe estar encaminada hacia ese objetivo y no a deprimir la actividad.

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